No a las grasas trans: ¡aprendamos a leer las etiquetas!
Se habla mucho de alimentos que hacen bien o hacen mal. Sobre las grasas trans hay acuerdo en la comunidad científica. El veredicto es que son dañinas para la salud y para la figura también.
Las grasas trans se encuentran de forma natural en unos productos lácteos y cárnicos, y son igual de dañinas que la mayoría que se genera industrialmente para dar más sabor y textura a los alimentos de manera económica. Se encuentran en alimentos elaborados industrialmente (como papas fritas, productos precocidos o congelados), pero no se extrañen porque muchas dietéticas tienen galletas y barras de cereal que incluyen grasas trans.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho un llamado para eliminar las grasas trans de los alimentos para combatir las enfermedades cardiovasculares: ingerir a diario cinco gramos de grasas trans eleva un 25% el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Estudios internacionales han demostrado también que las grasas trans producen un mayor riesgo de diabetes, aumentan el colesterol y hasta afectan a la memoria.
Ya varios países, como Dinamarca y Suiza, las han prohibido. A partir del 10 diciembre del 2014, la Argentina se suma a la lista, pero con restricciones que resultan de una resolución del 2010.
Es un paso muy importante a nivel legislativo, pero ¡cuidado! En realidad, la nueva regulación contempla que los alimentos no contengan grasas trans “mayor a: 2% del total de grasas en aceites vegetales y margarinas destinadas al consumo directo y a 5% del total de grasas en el resto de los alimentos”.
Es importante leer bien las etiquetas porque no siempre les dicen grasas trans: a veces aparecen como aceites o grasas vegetales hidrogenadas.
La industria alimentaria y los negocios de comida rápida, especialmente en países con ingresos bajos y medios, prefieren estos aceites porque son baratos.
Prevenir es mejor que curar… ¡Exijamos alimentos verdaderamente sanos y naturales, y cuidamos nuestra salud y nuestros bolsillos a largo plazo!